Lisandra’s Love Letter

Murcia, España. Octubre 2022.

Escribo a los tiempos difíciles,

Cuando dejas tu casa, tu verdadero hogar, empacas todo lo que puedes en un par de maletas. Con la promesa de salir adelante por ti y por encima de ti, por los tuyos.  Te vas parte feliz por la oportunidad que se te ofrece fuera de tu país, donde los sueños mueren, pero también llena de tristeza. Ya deseando volver a abrazar a tu madre, a tu hermana.  Estas palabras las escribo pensando en ella. Mi padre, el sostén de mi familia murió cuando tenía solo 16 años. Era médico como yo.  Una vez graduada sentí la responsabilidad de ofrecerle una vida mejor a mi madre y a mi hermana. Por eso me fui. Pues realmente era muy feliz en Cuba, a pesar de las carencias y las cadenas que le imponen o todo el que vive dentro de la Isla.  Los primeros dos años fueron realmente duros.  Pero los primeros meses aún me humedecen los ojos. Me alejé de mi familia, de un chico del cual sentía estar enamorada en ese momento me parecía.  Lloraba todas las noches, a mares.  Despertaba triste sin poder disfrutar la ciudad. Cuando caminaba los primeros días por las calles de Madrid me parecía todo muy irreal, me despersonalizaba, no sentía que fuera mi vida. Pensaba en mi madre, en todo lo que le gustaría de esa tienda y en mi hermana. En ellas pienso siempre.  Y ellas en mí. Me ayudaron a resistir los peores días, siempre palabras de aliento. Paciencia, todo mejorará, me decía mi madre, aun con el corazón roto por mi partida.  Dejar mi hospital,  a pesar de su notable decadencia  y su insalubridad, para comenzar a limpiar casas, tuvo un efecto deletéreo en mí.  No porque me pareciera indigno, sino porque iba olvidando que era médico. En plena pandemia no pude trabajar tampoco.   Pero sin dudas el peor de todos mis trabajos  fue  el primero. Niñera de una niña rica, hasta el día de hoy odio a su madre. Espero que el karma le haya dado su merecido.  Para no contar mis batallitas lo resumo… el tiempo pasó y en pleno confinamiento pude trabajar con una de mis mejores amigas y sobreviví a la pandemia con algo de salud mental.  Me homologaron luego de dos años y tras mi primer trabajo de médico, sanitaria de un puesto médico en una piscina del ayuntamiento.  Tres meses solo, de lunes a lunes.  Descansé dos días durante todo ese tiempo, pero me levantaba feliz jajaj,  resolutiva y con la satisfacción de que cada día vencido me acercaba a mi recompensa: Volver a mi casa y abrazar a mi madre. Se me ocurrió llegar de sorpresa. Sus gritos ahogados en llanto aún retumban dentro de mí. No podía dejar de llorar. Se estaba duchando. Qué momento escogió para ir a bañarse. Solo fue decirle mami… y supo al instante que no era mi hermana, tenemos el tono de voz muy parecido.  Pasan días preciosos, entre las calles  roídas y los edificios marchitos de la ciudad donde fuiste feliz siempre. Arropada por los tuyos por tu gente, donde no tienes que dar explicaciones de quien eres y lo que significa e implica ser cubana. A su vez llegas y hay personas de tu entorno que te desconocen como parte de su tierra, como si regresaras ya europea con otra nacionalidad.  Llega el día de marcharte y  solo cambiar la zona horaria estoy deseando volver.  No me acostumbro a suplir mi ausencia con regalos, medicinas y remesas.   Sí me regocija ser ya independiente y poder velar por las necesidades de mi familia, las reales y las que se van inventando jjj, pero a la vez duplica la distancia.  Solo puedo entregar  euros, o  misceláneas que llega por paquetería y no besos y abrazos.  No puedo ayudar a mi madre en casa cuando está agotada atendiendo a mis abuelos esos 15 días que le toca cuidarlos.  No puedo tomarme un vivo con mi hermana cuando esta triste, solo puedo darle mi apoyo por whatsApp .  Solo puedo proveer hasta el próximo viaje, hasta el próximo reencuentro.  Y pedirle a la vida que sea indulgente y me permita tenerlas mucho tiempo conmigo más adelante  y sobre todo volver, que siempre me permita volver. Emigrar es vivir a medias.  Primero una batalla agotadora y extenuante por salir adelante y luego cuando lo consigues, solo piensas en tu gente  y en compartir cada pedacito d. éxito con ellos.  Con el paso del tiempo te acostumbras a resistir. Tus amigas se convierten en nuevas hermanas,  sumas integrantes a tu familia. Valoras más los pequeñas alegrías.  Hoy soy una mujer más fuerte tras superar  etapas cruciales en mi vida.  Estoy lejos sí, pero mi familia siempre va conmigo. Mi padre me guía y me cuida. Inmensamente feliz porque cada de uno de ellos está orgulloso de mi. Hoy puedo agradecer  la oportunidad y  cada trabajo ajeno a mi profesión que me permitió subsistir. Cada detalle me ha convertido en la mujer que soy, y también estoy orgullosa de mí.  El presente es un regalo para seguir conquistando proyectos futuros.  Solo tú puedes hacer que valga la pena  sacrificar pedacitos de ti y dejar lo que realmente es importante,  tu familia.  En honor a ellos, me esfuerzo más  cada día.

Con cariño y mucha fortaleza, Lisi.

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